Un año sin comprar fast-fashion ¿posible o imposible?
- Ruth | Unstyled
- 21 feb 2021
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 21 feb 2021
Hace un año exactamente me tomé en serio no comprar más ropa fast-fashion. El camino ha tenido altos y bajos, porque el cambio no es lineal. Y está bien. Ya te vas a enterar por qué.
Pero, antes de comenzar, ¿qué es fast-fashion?
Yo lo defino así: es ropa producida en serie, de bajo costo (muchas veces emplea mano de obra barata y que trabaja en pésimas condiciones laborales), se vende en tiendas por departamento, cadenas multinacionales de retailers, como Zara o H&M, o tiendas web, como SheIn o Romwe.
Con esta definición en mente, en este artículo quiero contarte cómo ha sido mi experiencia desde que decidí dejar de comprar ropa fast-fashion hasta ahora.
Mis inicios con la ropa de segunda: las 'herencias' familiares
Para darte un poco de contexto, desde que tengo memoria en mi familia siempre fue algo común heredar ropa entre familiares. Generalmente, cuando un familiar que vivía en el extranjero venía de visita traía ropa para regalar. Era ropa usada, pero linda, en estilos que aún no estaban de moda aquí en Perú. Allá la moda avanzaba más rápido en países de fuera y lo que estaba de moda una temporada dejaba de estarlo a la temporada siguiente. ¿Les suena familiar?, ¿Aló, fast-fashion?.
Descubriendo la ropa vintage
Muchos años después, año 2010, cuando ya estaba en la universidad, la moda del momento era la hipster y como siempre me ha gustado lo retro, comencé a buscar ropa vintage. Buscando y buscando, encontré por Facebook una tienda online de ropa vintage que se llamaba "La ropita del troll". En ese tiempo las actualizaciones eran mediante álbumes de fotos de Facebook; quedé enamorada. La chica que manejaba esta página tomaba unas fotos lindas y sencillas usando la ropa; era algo así como una mini editorial de moda mostrando la ropa, contaba una historia, tenía un feeling. Eso me enganchó y al poco tiempo ya era clienta frecuente. Me acuerdo que una de mis primeras compras fue una minifalda roja.

En ese tiempo, la ropa que más usaba era la que compraba de segunda, pero como ya trabajaba y ganaba mi propio dinero, comencé a comprarme también ropa fast-fashion. De todas maneras, me seguía gustando averiguar sobre tiendas vintage en ferias, grupos de Facebook y tiendas físicas (thrift shops). Este acercamiento hizo que me interese por lanzar mi propia tienda y vender mi ropa porque con el tiempo había acumulado prendas y me pareció una buena forma de recuperar la inversión. Ahí fue cuando nació mi primera tienda de ropa de segunda.
Con esto dicho, ya podemos pasar a la parte actual
Un tiempo después luego de mi fase de vendedora, dejé de interesarme en comprar ropa de segunda. Para mí, usar/comprar ropa de segunda había sido solo una fase. Yo, chica con dinero, comencé a comprar y comprar, a veces sin pensar si de verdad me gustaba o no, si lo iba a usar. Si estaba de moda, me lo compraba. El 100% de mi ropa pasó a ser fast-fashion.
Comencé a sentirme vacía al hacer esto porque no compraba por placer, sino porque sentía que me faltaba ~eso~ que estaba de moda, y no estaba tranquila hasta tenerlo. Y cuando iba de compras me sentía culpable, sentía que estaba haciendo algo malo. Cuando llegaba a mi casa entraba a escondidas para que nadie vea que me había comprado algo. Eran sentimientos muy confusos y me generaban ansiedad. Por un lado, me gustaba ir a ver ropa en tiendas y sentía que debía comprar algo y luego cuando lo tenía ya no me interesaba tanto. Pocas veces sentía satisfacción de haber hecho una buena compra. Y para colmo, entre mis amigas me había ganado el apodo de "la compradora compulsiva". Por dentro, me afectaba, la verdad.
El punto de quiebre
Como había acumulado una buena cantidad de ropa que ya no me gustaba o usaba y esta sensación de ansiedad era algo muy fuerte en mí, decidí tomar las riendas de mi vida (suena dramático, pero así lo sentí). Poco a poco comencé a depurar mi closet y otras cosas que había acumulado con el tiempo y que eran más un estorbo y una carga (emocional) para mí. Regalé y doné ropa, y por primera vez intercambié ropa con unas amigas del trabajo (algo que me pareció muy paja, la verdad).
Me sentí muy bien a medida que avanzaba y la verdad no me costó mucho desprenderme de mi ropa y de mis cosas. Algunas prendas sí las pensé dos veces antes de dejarlas ir, pero sabía que era para mejor. Me sentía más ligera, menos ansiosa, con más control sobre lo que tenía. Empecé a tomar conciencia de mis hábitos de compra: comencé a ir menos a tiendas, porque aún me sentía vulnerable, y cuando iba, ya no me sentía tan mal. Si me entraba ganas de comprar algo no lo hacía inmediatamente, y cuando me decidía a hacerlo era después de un mes de haberlo pensado bien (como para darte una idea de cuánto tiempo me tomaba en decidir si eso iba a ser una buena compra). No me fue tan difícil aplicar estos cambios porque yo ya tenía identificadas esas emociones mías que yo relacionaba con comprar (ansiedad, insatisfacción, vergüenza) así que estaba dispuesta a intentarlo con tal de no sentirme así. Primero era mi paz mental.
Los cambios no son lineales... ¡nunca!
Fui de a pocos, no es que lo haya logrado el primer día o el primer mes, incluso. Para esto, cada vez que salía a pasear a la calle tenía la costumbre de ver tiendas; para mí fue un hobby por mucho tiempo. Como habían veces en que extrañaba entrar a una tienda y chismear, me mentalizaba: 'solo voy a entrar a ver, sin comprar nada'. Me exponía a querer comprar, sí, pero me gustan los retos porque implican ser constante y comprometerte con un cambio, así que lo intentaba. A veces entraba a una tienda y encontraba algo que me gustaba mucho o que había buscado por mucho tiempo y que en verdad sentía que me hacía falta porque lo quería usar, así que lo sopesaba ahí mismo y decidía si comprarlo. Había comprado fast-fashion, pero ya no me sentía mal al respecto. Sabía que estaba en camino, que ya estaba tomando acciones y que las recaídas podían pasar. Había que levantarse y, después de todo, mi alivio era que había pensado bien antes de comprar. Qué importante ejercicio.
¿La cuarentena me ayudó? Sí... y también no.
Durante la cuarentena, las ventas por redes sociales crecieron y descubrí nuevos closet sales y tiendas de ropa de segunda. Podemos coincidir que el confinamiento también ha sido un época de vulnerabilidad, y no te miento que al inicio extrañaba ir a ver tiendas. A veces entraba a la página de saga online, veía ropa y la agregaba al carrito. No sentía la urgencia de comprar, solo de ver qué de nuevo había y fantasear con tenerlo. Eventualmente, terminé comprando. Mi último pedido en Saga online lo hice en abril 2020 y fueron: unas botas blancas que la verdad no me arrepiento mucho porque las amo con todo mi ser y sé que me durarán aaaaaños, un juego de sábanas porque necesitaba renovar y no sabía donde más comprar eso y un par de chompitas que bien pude no haberme comprado, pero bueno, y esta casaca tipo cuero que les mostré por stories una vez (ver video).
¿Cómo me sentí luego de esto? Contenta con mis nuevas compras al inicio, y luego UN FRAUDE.
Pero, como dije, el cambio no es una línea recta perfecta, es prueba y error, pequeñas victorias y recaídas. Es un cambio importante que hago en mi vida no solo para ya no contribuir con el sistema esclavizante y contaminante del fast-fashion, pero también lo hago por y para mí. ¿por qué sabotearme si probablemente estoy haciendo lo que pocos harían por comodidad?
Esa fue mi última compra y desde entonces solo he comprado de segunda y de marcas locales, algo nuevo que estoy explorando. Cuando la cuarentena se flexibilizó y abrieron las tiendas, fui algunas veces a Saga o Ripley para acompañar a mi mamá a ver cosas para la casa y la verdad ya no sentía ganas de ver ropa de ahí. Vi algunas prendas bonitas, me quedé apreciando las tendencias también, pero en general me pareció aburrido. No era igual. En ese momento intentaba tentarme a propósito para ver mi reacción, pero nada. Me parecía abrumador ver tanta ropa acumulada en percheros, letreros de liquidación, los mismos colores, diseños que no me llamaban la atención para nada. Cero ganas de comprar. Pensé: '¡prefiero mil veces comprar de segunda!'. ¿Ven a lo que me refiero con las pequeñas victorias?
En este post, hice un rápido 'reality check' de cómo es en verdad dejar de comprar fast-fashion.
Finalmente, la experiencia para cada persona es distinta
Tenemos diferentes motivaciones, pero el fin es el mismo: ser un consumidor más responsable y consciente porque quieres serlo, no porque te lo están imponiendo. No critico ni condeno a quienes siguen comprando fast-fashion, para nada, Pero sí considero que es importante informarse a qué marcas consumimos, cuáles son sus procesos y cuál es la realidad detrás de una prenda bonita. En este post anterior, hablo sobre eso.
un post introductorio sobre la ropa de segunda y la moda circular
Entiendo también que comprar diseño local y marcas eco-amigables puede ser costoso porque es un privilegio, incluso para mí también lo es. Voy a compartir sobre esto también en el futuro cuando tenga una experiencia más sólida y consistente.
Por lo pronto, para el próximo finde tengo preparado un IGTV que pospuse por mucho tiempo: ¡¡enseñarles mis compras de segunda del 2020!! Voy a enseñar lo que compré mientras armo outfits con esas prendas. Va a haber de todo: zapatos, accesorios, abrigos, pantalones, vintage y de lujo.
Gracias por leer hasta aquí, lo aprecio un montón. Espero haberte ayudado con mi experiencia que aún no termina. Si recién vas a intentarlo, te mando muchos ánimos para que seas constante y recuerdes tu propósito. Si recaes, te digo: está bien, solo aprende y continúa.
- Ruth
Ilustración de portada: @pablalunar (instagram)
Comments